En nuestra sociedad hay mucha gente que busca la competencia. Eso les motiva y ayuda a superarse. Y me parece bien si les resulta útil. Pero yo personalmente, como autor, no persigo competir contra nadie. No lo busco, ni me motiva. Me limito a escribir acerca de las cosas que a mí me interesan. Y no me importa si esos temas le interesan solamente a una minoría de gente o incluso a nadie. Porque me interesan a mí, y esto es lo que realmente me importa. Por eso escribo lo que escribo.
Hay literatos que buscan la gloria y para ello cuentan lo que la gente quiere oir, lo cual suele ser sinónimo de éxito. Yo en cambio prefiero un lector inteligente a mil idiotas. Digo lo que la gente NO quiere oir, o sea que imagina mi popularidad. Atacar los tabúes de lo hipócritamente correcto tiene un precio. Una minoría de gente aprecia lo que haces, agradece encontrar algo de sinceridad en medio de una sociedad tan falsa. Pero la gran mayoría o no te entiende o simplemente te insulta.
Como autor me gusta aportar algo nuevo. Si se me ocurre escribir un libro y me entero de que ya existen otros parecidos en el mercado, desisto de hacerlo. ¿Para qué repetir las cosas que otros han dicho antes? Yo prefiero buscar una óptica nueva, sorprender con algo distinto. No hablo de ninguna innovación radical ni mucho menos, porque desde el Antiguo Egipto no hay nada nuevo bajo el sol, pero siempre puedes dar un giro de tuerca, enfocar cosas viejas desde un ángulo nuevo.
Escribo lo que me gustaría leer. Es decir, si hubiera otra persona que contara lo que yo cuento, entonces simplemente me limitaría a leerle y no redactaría nada. Me interesa tan poco el tema comercial que en ocasiones paso directamente de los editores y distribuidores y prefiero colgar mis obras en internet, para que se las descargue gratuitamente quien lo desee. Habrá quien lo considere estúpido por mi parte y que diga que pierdo dinero. Yo en cambio prefiero pensar que gano lectores.
Cuando alguien escribe en una lengua minoritaria y en peligro de extinción como el valenciano es de cajón que no busca fama ni dinero sino que le mueven otros valores. A mí no me interesa ser el número uno de ventas ni ganar el Nobel ni que mi careto salga en la portada del Newsweek. Todo eso es vanidad de vanidades. Lo que realmente me estimula es contribuir a preservar y fortalecer una cultura amenazada de la que me siento profundamente orgulloso. Busco defender mis raíces.
También escribo en castellano, una lengua de masas ciertamente, pero sobre temáticas tan minoritarias que a veces dudo que puedan resultar de algún interés para alguien. Yo escribo porque siento la necesidad de hacerlo. No me importa si tengo muchos o pocos lectores. O ninguno. Si me dijeran que todo lo que hago se guardará en un cajón bajo siete llaves y que nunca nadie lo leerá jamás, aún así, yo seguiría escribiendo sin cesar. Porque lo necesito. Escribir es una droga para mí.